I. Álvarez Félix vuelve a deleitarnos, esta vez con su segundo artículo (ya rescataremos el primero), en la revista "Nova Ciencia" que cumple cuatro años. Revista de divulgación científica y actualidad universitaria en Almería.
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Los ojos negros
el pollo frito
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Jamás tuvieron que buscarse para encontrarse el uno al otro. No lo necesitaban. Desde aquella primera mirada habían estado siempre juntos y la necesidad de saber más fue apareciendo poco a poco, sin que ninguno se diera cuenta. El deseo fue tomando cuerpo en cada esquina en la que se topaban, en cada clase en la que coincidían y en cada pequeño gesto que se regalaban, pero ambos seguían inconscientes de su presencia. Hasta que todo explotó.
El comía pollo frito y gazpacho en el comedor de su piso de estudiantes cuando de repente se levantó de la mesa y con un berrido que aún recuerdan todos los vecinos de la calle, le gritó al mundo que estaba enamorado. Fue algo esperpéntico verle con la boca llena de carne gritando como un loco poseso mientras derramaba todo el gazpacho por encima del mantel. Fue un éxtasis, una experiencia fuera de la normal y que aún hoy es incapaz de describir en toda su magnitud. Cuando se le pregunta sobre ello sólo acierta a responder que no sabía lo que decía ni tampoco porqué acabo gritando por la ventana, pero que daría mas de un año de lo que le queda de vida por volver a sentir esa certeza absoluta de sentirse enamorado y ese calor en las orejas que jamás volvió a sentir. En el mismo instante que él era poseído por ese loco sentimiento, en el mismísimo momento que gritó su amor a los cuatro vientos, ella estalló en un llanto incontrolable que le duraría tres días seguidos, con sus noches incluidas, y que no era un llanto triste, sino un lloro lento, de aquellos en los que las lágrimas bajan despacio por la mejilla para después volver a subir por a comisura de los labios bañando la sonrisa de la cara. Lluvia con arco iris de fondo. Porque ella, cuando se emocionaba, lloraba así.
A partir de ese momento todo cambió para siempre. Él, más impetuoso que razonable, salió en su búsqueda aún sin saber nada de ella más que tenía los ojos más negros que había visto en su vida y que era estudiante de medicina como él. No tenía un nombre por el que preguntar ni una foto que mostrar. Lo primero que pensó fue buscarla en las esquinas donde habían coincidido, pero enseguida se dio cuenta de que no podía enumerar ni un lugar donde la hubiera visto. Tenía la certeza absoluta de haberse cruzado con ella infinidad de ocasiones pero ahora era incapaz de situarla en un lugar concreto. Fue entonces cuando se dio cuenta que de cada una de las veces que la había visto solo le quedaba el recuerdo de sus ojos atravesándole el pecho, y fue consciente entonces de que, sin darse cuenta, durante esos breves instantes no había existido nada más en el mundo que ellos dos. Creyó volverse loco.
El insomnio se apoderó de su cuerpo y la obsesión comenzó a producirle deseos de morir si no la encontraba. Tras tres días de intensa búsqueda, de no parar ni siquiera para pensar que estaba haciendo, su cuerpo sufrió un colapso que le hizo perder el conocimiento. Justo en el momento en que su cabeza chocaba contra el suelo, ella, en la otra punta de la ciudad, se secaba y cesó su llanto.
Abrió los ojos dos meses después en lo que parecía ser la habitación de un hospital. Su madre, a los pies de la cama no pudo reprimir las lágrimas cuando su hijo le preguntó quién era ella.
NotArCHI+: Visto gracias a I. Álvarez Félix ......................................................................
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